Hace
unas semanas nuestro médico nos dio la noticia que seríamos papás. Eso nos
llenó de alegría e ilusión. Ante este descubrimiento, las medidas para los cuidados
fueron muy sencillas, hasta podría decirse simples.
El
ginecólogo, sólo indicó no hacer esfuerzos, llevar la vida tranquila y no tener
relaciones sexuales hasta nuevo aviso.
Lo cual, hasta cierto punto nos pareció posible y fácil de llevar.
A
los días tuve sangrado, nos alarmamos; por lo que nuevamente visitamos al doctor,
hizo su revisión habitual y nos tranquilizó al decirnos que era normal, que aún
el embrión se estaba sujetando al útero y ese intento genera un poco de
sangrado.
Pero
de cualquier modo, señaló; es importante que tomes progesterona, son más
hormonas que ayudarán al bebé en su proceso de incubación. Los efectos
secundarios, son que al ser más hormonas, puedas tener vómito, mareos o
náuseas. Dos pastillas diarias, una por la mañana y otra por la noche. Si te
sientes mal, háblame y regulamos la dosis.
Bueno,
acepté el reto. Conocí esas perlas blancas aparentemente inofensivas para
empezar esta aventura con más intensidad.
Bien
o mal, decidí tomarme la pastilla únicamente una vez al día. Un poco de sueño,
nerviosismo más de lo normal, un poco de ansiedad, un poco de esto y de aquello
pero nada alarmante.
Mi
esposo salió con sus amigos el viernes, yo me quedé en casa; puesto que
organicé un café para la presentación de mi negocio; totalmente fallido, sólo
con una asistencia.
Eso
me hizo sentir mal y decepcionada, el sentimiento de decepción fue más intenso
de lo normal, pero venga! Todo estará bien.
Sábado
por la mañana. A mi esposo le gusta levantarse, si es posible después de
mediodía. En mi caso, soy más matutina, por lo que ese día me levanté, hice
actividades en la casa, pero llegó un momento donde me sentía sola y quería
compañía. Llegó a mi mente ese pensamiento arrebatado de despertarlo y aquí
empezó el show!.
Amor,
le digo observándolo, Amor, ya levántate! Ándale, ya son casi las 12:00pm,
despierta!. El con su cara de desvelo se me queda viendo, bosteza y cierra los
ojos. Sigue mi intento, hasta lograr mi objetivo.
Una
vez mal-despierto, lo invito a desayunar. Quiero su compañía, su atención,
quiero platicar, tengo temas que quiero platicar y este es el momento que yo
quiero que platiquemos. No tuve éxito.
Sentado
en la barra, observándome, jugando a las minitas en la lap-top, medio
participaba y medio se involucraba.
Mis
emociones ya estaban “inquietas”, le expresé lo sensible que estaba, nos
sentamos en el sofá, me abrazó pero no extendió su consuelo infinitamente como
me hubiera gustado.
Terminamos
de desayunar y dije las palabras mágicas que llegaron a sus oídos, Amor, nos
acostamos otro ratito? Su cara no pudo expresar más satisfacción y agrado. Aceptó.
Nuevamente
en la cama, viendo televisión, los dos dormidos, nos despertamos, nos relajamos,
transcurrieron las horas; cuando de repente me levanto, me pongo frente al
televisor para exigirle-suplicarle,
estoy enfadada!! estoy enfadada!! Ya no quiero estar aquí, quiero salir!
Su
cara con expresión de desconcierto y risa a la vez, dice: A dónde quieres ir? No sé!, pero quiero salir. Me voy a bañar,
dijo. Lo veo preparándose para el baño y observo que mete su celular, prende el
Spotify para disfrutar de un baño relajante y divertido.
Con
toda mi euforia en un nivel exorbitante le digo,- y no te tardes, no te vayas a
tardar, ya vi que vas a poner música y quiere decir que estarás mínimo media
hora en el baño-.
No
Amor, contesta, no me voy a tardar.
Salimos,
pero él ya con un nivel de frustración y desespero que lo vi en su rostro; más
cuando le digo no sé a dónde ir, no sé qué quiero. Hago mi berrinche, me hago
la víctima y aplico el clásico, llévame a la casa.
Comimos
en la pizzería de leña, riquísimas por cierto, pero ambos en silencio, no nos
dirigimos la palabra. Mis ojos tenían que contener el llanto, porque no quería
que me viera llorar, mi actitud de sufrida y dolida no podía faltar.
Llegamos
a casa y aplicamos tiempo fuera. El vio televisión, yo me fui a serenarme al
parque. Vuelvo un poco más tranquila pero muy indignada por lo acontecido.
En
la noche sin poder dormir, sigo sumamente molesta. El Domingo otro drama,
decidí más tiempo fuera, cada quien tomó el día libre. Llegada la noche otro drama.
Mi
catarsis de molestia, por no tener su atención, porque no cedió y no se quedó
conmigo el domingo, estaba a un nivel no experimentado de coraje, múltiples
emociones, pensamientos que me agotaron todo el día y la noche.
Acostados,
el me abraza intentando que me tranquilice. Sigo molesta, indignada. Me levanto
me voy a la otra habitación, no funciona. Me levanto y nuevamente me acuesto
junto a él. Me abraza y me da besos, cedo un poco y me hace sentir mejor.
Transcurre
la noche, dentro mí perdono sus ofensas, lo lleno de besos para finalmente
reconciliarnos.
El
lunes despierto de un sueño, o de una pesadilla; despierto de un estado
hormonal a la “n” potencia. De una cruda hormonal que sacó la peor versión de
mí, tanto que me avergüenzo. Una niña malcriada, berrinchuda, que desea que
giren alrededor de ella.
¡Fatal! Despierto de ese estado de catarsis emocional;
reflexiono y me digo no puede ser.
Rebobino
lo acontecido para darme cuenta que todo el trago amargo que tuve fue por mi
culpa, que el mal momento fue porque yo lo ocasioné.
Entra
luz a mi mente y digo Progesterona!!... no me dieron náuseas, no he tenido
vómitos, no tengo mareos, pero la sensibilidad y los caprichos están a la orden
del día.
Mala
jugada, en teoría tomo este medicamento para que mi bebé esté fortalecido y
evitar un aborto, pero del coraje se me va a desprender y no quiero pensar en
lo culpable que me voy a sentir.
Hormonas,
me subí a la montaña rusa este fin de semana y no me gustó. He decidido
tomármelas cada dos días por las noches para aminorar sus efectos. Confío que nuestro
hijo (a) estará bien.
Sigue
la aventura, su padre paciente y esto apenas empieza…
Irasema