jueves, 30 de junio de 2016

Hangover

Hace unas semanas nuestro médico nos dio la noticia que seríamos papás. Eso nos llenó de alegría e ilusión. Ante este descubrimiento, las medidas para los cuidados fueron muy sencillas, hasta podría decirse simples.

El ginecólogo, sólo indicó no hacer esfuerzos, llevar la vida tranquila y no tener relaciones sexuales hasta nuevo aviso.  Lo cual, hasta cierto punto nos pareció posible y fácil de llevar.

A los días tuve sangrado, nos alarmamos; por lo que nuevamente visitamos al doctor, hizo su revisión habitual y nos tranquilizó al decirnos que era normal, que aún el embrión se estaba sujetando al útero y ese intento genera un poco de sangrado.

Pero de cualquier modo, señaló; es importante que tomes progesterona, son más hormonas que ayudarán al bebé en su proceso de incubación. Los efectos secundarios, son que al ser más hormonas, puedas tener vómito, mareos o náuseas. Dos pastillas diarias, una por la mañana y otra por la noche. Si te sientes mal, háblame y regulamos la dosis.

Bueno, acepté el reto. Conocí esas perlas blancas aparentemente inofensivas para empezar esta aventura con más intensidad.
Bien o mal, decidí tomarme la pastilla únicamente una vez al día. Un poco de sueño, nerviosismo más de lo normal, un poco de ansiedad, un poco de esto y de aquello pero nada alarmante.

Mi esposo salió con sus amigos el viernes, yo me quedé en casa; puesto que organicé un café para la presentación de mi negocio; totalmente fallido, sólo con una asistencia.

Eso me hizo sentir mal y decepcionada, el sentimiento de decepción fue más intenso de lo normal, pero venga! Todo estará bien.

Sábado por la mañana. A mi esposo le gusta levantarse, si es posible después de mediodía. En mi caso, soy más matutina, por lo que ese día me levanté, hice actividades en la casa, pero llegó un momento donde me sentía sola y quería compañía. Llegó a mi mente ese pensamiento arrebatado de despertarlo y aquí empezó el show!.

Amor, le digo observándolo, Amor, ya levántate! Ándale, ya son casi las 12:00pm, despierta!. El con su cara de desvelo se me queda viendo, bosteza y cierra los ojos. Sigue mi intento, hasta lograr mi objetivo.

Una vez mal-despierto, lo invito a desayunar. Quiero su compañía, su atención, quiero platicar, tengo temas que quiero platicar y este es el momento que yo quiero que platiquemos. No tuve éxito.

Sentado en la barra, observándome, jugando a las minitas en la lap-top, medio participaba y medio se involucraba.

Mis emociones ya estaban “inquietas”, le expresé lo sensible que estaba, nos sentamos en el sofá, me abrazó pero no extendió su consuelo infinitamente como me hubiera gustado.

Terminamos de desayunar y dije las palabras mágicas que llegaron a sus oídos, Amor, nos acostamos otro ratito? Su cara no pudo expresar más satisfacción y agrado. Aceptó.

Nuevamente en la cama, viendo televisión, los dos dormidos, nos despertamos, nos relajamos, transcurrieron las horas; cuando de repente me levanto, me pongo frente al televisor  para exigirle-suplicarle, estoy enfadada!! estoy enfadada!! Ya no quiero estar aquí, quiero salir!

Su cara con expresión de desconcierto y risa a la vez, dice: A dónde quieres ir?  No sé!, pero quiero salir. Me voy a bañar, dijo. Lo veo preparándose para el baño y observo que mete su celular, prende el Spotify para disfrutar de un baño relajante y divertido.

Con toda mi euforia en un nivel exorbitante le digo,- y no te tardes, no te vayas a tardar, ya vi que vas a poner música y quiere decir que estarás mínimo media hora en el baño-.

No Amor, contesta, no me voy a tardar.

Salimos, pero él ya con un nivel de frustración y desespero que lo vi en su rostro; más cuando le digo no sé a dónde ir, no sé qué quiero. Hago mi berrinche, me hago la víctima y aplico el clásico, llévame a la casa.

Comimos en la pizzería de leña, riquísimas por cierto, pero ambos en silencio, no nos dirigimos la palabra. Mis ojos tenían que contener el llanto, porque no quería que me viera llorar, mi actitud de sufrida y dolida no podía faltar.

Llegamos a casa y aplicamos tiempo fuera. El vio televisión, yo me fui a serenarme al parque. Vuelvo un poco más tranquila pero muy indignada por lo acontecido.

En la noche sin poder dormir, sigo sumamente molesta. El Domingo otro drama, decidí más tiempo fuera, cada quien tomó el día libre. Llegada la noche otro drama.

Mi catarsis de molestia, por no tener su atención, porque no cedió y no se quedó conmigo el domingo, estaba a un nivel no experimentado de coraje, múltiples emociones, pensamientos que me agotaron todo el día y la noche.

Acostados, el me abraza intentando que me tranquilice. Sigo molesta, indignada. Me levanto me voy a la otra habitación, no funciona. Me levanto y nuevamente me acuesto junto a él. Me abraza y me da besos, cedo un poco y me hace sentir mejor.

Transcurre la noche, dentro mí perdono sus ofensas, lo lleno de besos para finalmente reconciliarnos.

El lunes despierto de un sueño, o de una pesadilla; despierto de un estado hormonal a la “n” potencia. De una cruda hormonal que sacó la peor versión de mí, tanto que me avergüenzo. Una niña malcriada, berrinchuda, que desea que giren alrededor de ella. 

¡Fatal! Despierto de ese estado de catarsis emocional; reflexiono y me digo no puede ser.

Rebobino lo acontecido para darme cuenta que todo el trago amargo que tuve fue por mi culpa, que el mal momento fue porque yo lo ocasioné.

Entra luz a mi mente y digo Progesterona!!... no me dieron náuseas, no he tenido vómitos, no tengo mareos, pero la sensibilidad y los caprichos están a la orden del día.

Mala jugada, en teoría tomo este medicamento para que mi bebé esté fortalecido y evitar un aborto, pero del coraje se me va a desprender y no quiero pensar en lo culpable que me voy a sentir.

Hormonas, me subí a la montaña rusa este fin de semana y no me gustó. He decidido tomármelas cada dos días por las noches para aminorar sus efectos. Confío que nuestro hijo (a) estará bien.

Sigue la aventura, su padre paciente y esto apenas empieza…


Irasema